La palabra ikebana se traduce habitualmente como “el arte japonés del arreglo floral”, pero es mucho mas que eso tanto simbologicamente como en los materiales que se usan para las composiciones.
En ikebana se pueden usar además ramas recién cortadas, enredaderas, hojas, hierbas, bayas,
frutas, semillas y flores, así como también plantas mustias y secas. De hecho, puede usarse
cualquier sustancia natural, y en el ikebana contemporáneo también se emplean el cristal,
el metal y el plástico. Siendo una de las artes tradicionales del Japón, ikebana ha desarrollado
un idioma simbólico, así como también conceptos decorativos, y el uso de flores y ramas naturales y efímeras hace de la dimensión del tiempo una parte integral de la creación. La relación entre los materiales; el estilo de los arreglos; el tamaño, la forma, la textura, el volumen y el color del recipiente; y el lugar y la ocasión para su presentación son todos ellos factores importantes.
En sus 500 años de historia, ha habido una amplia gama de formas, desde las modestas piezas para decoraciones domésticas hasta enormes paisajes y trabajos esculturales innovadores que pueden ocupar todo un salón de exposiciones. Junto con la enorme variedad de trabajos contemporáneos, las formas tradicionales continúan siendo estudiadas y recreadas. Además, la práctica de ikebana, también llamado kado, o “el camino de las flores”, también ha sido reivindicada como una forma de meditación sobre el paso de las estaciones, el tiempo y los cambios. Sus orígenes religiosos y su profunda relación con el ciclo natural de nacer, crecer, morir y renacer pueden dar al ikebana una profunda resonancia espiritual.
La diversidad de los paisajes naturales de Japón y el estilo de vida antiguo y agrícola prepararon el escenario para el desarrollo del ikebana. Una influencia decisiva fue la introducción del budismo desde China en el siglo VI, y con él, la costumbre de ofrecer flores (kuge) a Buda y a las almas de los difuntos.
Las ofrendas tomaron la forma de sencillas composiciones geométricas de tres tallos, pero
para principios del siglo XVII éstas habían evolucionado hacia un estilo llamado rikka, literalmente “flores de pie”, creado por monjes budistas de la escuela Ikenobo. Esta elaborada
forma de arte se realizaba en floreros de bronce
altos, y para ello era necesario tener una habilidad técnica muy alta. La rama principal, que era el símbolo del cielo o la verdad, era habitualmente asimétrica, y se doblaba hacia la derecha o la izquierda antes de que su punta superior volviese al eje vertical central.
De la masa central, el centro de una esfera imaginaria, emergían numerosas ramas, cada una con su significado simbólico y su función decorativa propia. De manera global, un trabajo de rikka
era un microcosmos que representaba todo el universo a través de la imagen de un paisaje.
Las características principales –asimetría, simbolismo y profundidad espacial– sirvieron
para ejercer una fuerte influencia en desarrollos posteriores.
En marcado contraste con rikka, el austero chabana, literalmente “flores de té”, tuvo su
origen como parte de la ceremonia del té (chanoyu) en el siglo XVI. Compuesto por una
o dos flores o ramas colocadas en un pequeño recipiente, chabana se convirtió en la base de
un estilo espontáneo llamado nageire, que significaba “tirarlo dentro”, y en el que las
flores o las ramas se ponían en un florero alto y se empleaban medios técnicos sutiles para
producir una evocación sencilla y poética de la belleza natural. Rikka y nageire definen una
especie de contrapunto en la historia posterior del ikebana. Por una parte se ponía énfasis
en la técnica elaborada, el tamaño grande, el simbolismo y los estilos fijos. Por otra, había
espontaneidad, simplicidad, sugestividad y respeto por las características naturales de los
propios materiales. La tensión existente entre los dos estilos llevaría a todas las innovaciones
futuras del arte.
Durante el periodo Edo (1600–1868), Japón disfrutó de paz interna y crecimiento económico
estable. El Ikebana, otro terreno exclusivo de los monjes budistas y miembros de la corte y la
aristocracia, pasó a ser practicado por muchos samuráis, comerciantes adinerados y otros,
incluyendo las mujeres. Las ultimas a las que les fue permitida su paractica. Durante este periodo, el estilo rikka se hizo más estricto y formal, y entonces emergió y ganó cada vez más
popularidad un estilo más sencillo llamado seika o shoka (ambas palabras se escriben con
los mismos caracteres chinos), que significa literalmente “flores vivas”. El estilo seika, aunque seguía siendo más bien formal, empleó una composición de tres ramas basada en un triángulo asimétrico, o escaleno. Muchas otras escuelas promocionaron sus propias versiones, pero las tres ramas de la composición empezaron a ser conocidas como ten (cielo), chi (tierra) y jin (ser humano) respectivamente. Las variaciones de esta forma se han convertido en la base de la enseñanza del ikebana, hasta en las escuelas más modernas.
Otra novedad de este periodo fue la aparición de arreglos intelectuales (bunjin-bana), los cuales
reflejaron las sensibilidades de los eruditos y pintores chinos. Los arreglos bunjin-bana japoneses tuvieron una influencia muy fuerte sobre el estilo nageire derivado del chabana. Como el bunjin-bana fue practicado como una forma de expresión personal, los arreglos tenían un carácter poco convencional y despreocupado, algo muy diferente de la austeridad de las casas del té, o de la formalidad del rikka o seika. Además, los orígenes chinos añadieron una riqueza nueva de color y matiz literario.
La apertura de Japón a la influencia occidental desde comienzos de la era Meiji (1868–1912)
trajo grandes cambios a todos los aspectos de la vida nacional. En el ikebana, el estilo llamado
moribana, literalmente “flores apiladas”, creado por Ohara Unshin (1861–1916), fundador de la
escuela Ohara, revolucionó totalmente el arte.
Mientras que en todos los estilos tradicionales, los materiales eran reunidos para salir del
reciipiente por un solo punto la escuela ohara lo hace de dos. Las plantas deberán tener suficiente agua para permanecer frescas durante tanto tiempo como sea posible. Para mantener la frescura de las plantas se emplean varias técnicas, entre las que se incluye aplastar, cocer o quemar la base de los tallos, y aplicar varios productos químicos. Sin embargo, el método más común consiste en cortar la base de los tallos bajo el agua (mizugiri) y usarlos inmediatamente. Para restaurar la vitalidad de las flores y las hojas marchitas, éstas se cortan bajo el agua y los tallos se dejan sumergidos durante un mínimo de 30 minutos. La mayoría del ikebana contemporáneo es de
dos clases: moribana o nageire, las mas sencillas y "occcidentales".Mientras que el moribana se pone en un recipiente poco profundo con una base de agujas llamada kenzan, nageire
se compone de un florero alto que emplea una variedad de métodos para mantener los
materiales en su lugar.
Cuando se usa una kenzan, las ramas gruesas se cortan en diagonal, y el extremo cortado se
abre a lo largo para que pueda ser insertado fácilmente en la base de agujas. Las flores
y otros materiales de tallo blando es mejor cortarlas horizontalmente, insertarlas en las
agujas en posición vertical y luego inclinarlas hacia delante o hacia atrás con el ángulo
deseado. Con materiales como las hierbas, que son más delgadas que las agujas individuales
clases de apoyos para poner las plantas cortadas sobre una superficie extendida en recipientes
poco profundos llamados suiban, literalmente “cuencos de agua”. Esto permitió el uso de nuevos
materiales importados que antes no podían adaptarse a los estilos tradicionales. También
se pudieron crear estilos de paisajes, shakei, que representaban paisajes de la naturaleza
de una forma naturalista en lugar simbólica. Otro innovador importante fue Adachi Choka
(1887–1969), que adoptó el moribana, y describió su trabajo simplemente como decorativo.
Las innovaciones continuaron con la aparición de muchas otras escuelas modernas.
Teshigahara Sofu (1900–1979), fundador de la escuela Sogetsu, promocionó el ikebana como
arte moderno que debía alentar la expresión libre y creativa. En el periodo de posguerra, los
trabajos vanguardistas, o zen’eibana, extendieron enormemente la capacidad expresiva del ikebana, incorporando ideas surrealistas y de escultura abstracta, y ampliando la escala de trabajos y la gama de materiales empleados. Además, las escuelas tradicionales, como Ikenobo, al mismo tiempo que mantenían sus propios estilos clásicos y creaban versiones modernas de rikka y seika, añadieron conceptos más recientes a sus planes de trabajo, incluyendo moribana. El ikebana actual está dominado por tres grandes escuelas –Ikenobo, Ohara y Sogetsu– cada una
de las cuales afirma tener más de un millón de miembros, pero también hay miles de otras
escuelas grandes y pequeñas. Las principales escuelas han establecido sucursales y grupos
de estudio en todo el mundo, e Ikebana Internacional, una organización que aglutina
numerosas escuelas, fue fundada en 1956 y promociona el arte a escala global.
En Japón, mucha gente que no está afiliada a ninguna escuela específica practica Ikebana
como parte íntima de su vida privada. Los arreglos decoran las casas durante todo el año, y
hay materiales específicos asociados con fiestas y ocasiones especiales. El pino, que simboliza
la eternidad, es el material preferido para el Año Nuevo, y va acompañado tradicionalmente
Los arreglos florales de Sogetsu emplean libremente una amplia gama de materiales de distintas formas. Asi como obras a gran escala.
Para los arreglos en un florero alto, con una variedad de materiales se emplea el método de
colocación por dobladura (oridome). Los tallos se apoyan en la boca del recipiente, la parte doblada del tallo se coloca contra la superficie interior, y la base del tallo se puede extender hasta el fondo del florero. El método de autoapoyo (kiridome) se utiliza para flores con tallo. La base del tallo se corta en ángulo y se coloca directamente contra la superficie interior del florero. Con el método de pieza transversal (yoko-waridome), la base de la rama se divide horizontalmente y en ella se inserta un soporte en ángulo recto. La pieza transversal deberá colocarse firmemente contra la superficie interior del recipiente. Para usar un apoyo vertical (tate-waridome), la base del tallo se abre verticalmente y se asegura el apoyo dentro del extremo abierto. La base del tallo apoyado toca la superficie interior o el fondo del recipiente. En principio, cualquier cosa puede servir como un recipiente. Tradicionalmente se ha usado bronce y floreros de cerámica, objetos laqueados, secciones de bambú y hasta calabazas secas. Sin embargo, el recipiente no sólo sirve para poner los materiales, también se considera como parte integral del arreglo floral.
Cuando se usa un cuenco ancho y poco profundo (suiban), el empleo sutil de la superficie del agua su reflejo y la impresión de frescura que produce en verano– juega un papel importante en el éxito del arreglo. Los recipientes de acero inoxidable, cristal y varias sustancias sintéticas son comunes en el ikebana moderno, pero cuando se hace un arreglo floral en un florero de cristal
transparente deberá tenerse mucho cuidado con la parte del arreglo visible que queda dentro del
recipiente. Cualquiera que sea el tipo de recipiente que uno use, la base del arreglo deberá estar
bien ordenada y concentrada. Cuando se use un florero alto deberá evitarse que los materiales
ocupen toda la boca. Aunque llegar a dominar un arte requiere una práctica larga con un profesor calificado, hay cierto número de puntos básicos con los que están de acuerdo todos los profesores de las escuelas de ikebana. Primero, uno debe comprender que la forma en que aparecen las plantas en su estado natural es el punto de partida de cualquier arreglo floral. Una vez cortadas y alejadas de la naturaleza (o de los invernaderos), las plantas se convierten en materiales de una composición con su carácter propio único. Cuando se examinan los materiales debe tenerse en cuenta el conjunto y no los detalles cautivadores. Con las camelias, por ejemplo, es la rama completa, y especialmente las hojas, las que son más importantes, no las flores, que pueden ser retiradas de su posición natural y colocadas en un lugar donde puedan ser más efectivas para el diseño general. La dobladura puede dar a las ramas una curvatura agradable, pero también puede servir para enderezar ramas curvadas. La extracción de detalles superfluos es una habilidad esencial, y el recortar las ramas debería tener como finalidad realzar la belleza
de la línea. La extracción de algunas flores de ramas de cerezo, ciruelo o melocotonero sirve
no sólo para revelar la línea, sino también para resaltar la belleza de las flores que permanecen
en las ramas.
Todos los materiales naturales pueden usarse como línea, superficie, color o masa. Una hoja
grande, por ejemplo, tiene una superficie poderosa, pero también se puede mostrar
de perfil para servir como una línea. Todas las flores poseen una cara que se orienta en
un sentido específico. Al colocar la flor, uno debe considerar si va a mostrarla mirando
hacia delante, de perfil o dando la espalda al observador. Las flores se usan habitualmente
con sus hojas, pero las hojas de un lirio o narciso se separan a menudo del tallo, se colocan en grupos más agradables, y luego se reúnen con la flor para dar una apariencia que es a la vez natural y efectiva como elemento de la composición.
En ikebana se pueden usar además ramas recién cortadas, enredaderas, hojas, hierbas, bayas,
frutas, semillas y flores, así como también plantas mustias y secas. De hecho, puede usarse
cualquier sustancia natural, y en el ikebana contemporáneo también se emplean el cristal,
el metal y el plástico. Siendo una de las artes tradicionales del Japón, ikebana ha desarrollado
un idioma simbólico, así como también conceptos decorativos, y el uso de flores y ramas naturales y efímeras hace de la dimensión del tiempo una parte integral de la creación. La relación entre los materiales; el estilo de los arreglos; el tamaño, la forma, la textura, el volumen y el color del recipiente; y el lugar y la ocasión para su presentación son todos ellos factores importantes.
En sus 500 años de historia, ha habido una amplia gama de formas, desde las modestas piezas para decoraciones domésticas hasta enormes paisajes y trabajos esculturales innovadores que pueden ocupar todo un salón de exposiciones. Junto con la enorme variedad de trabajos contemporáneos, las formas tradicionales continúan siendo estudiadas y recreadas. Además, la práctica de ikebana, también llamado kado, o “el camino de las flores”, también ha sido reivindicada como una forma de meditación sobre el paso de las estaciones, el tiempo y los cambios. Sus orígenes religiosos y su profunda relación con el ciclo natural de nacer, crecer, morir y renacer pueden dar al ikebana una profunda resonancia espiritual.
La diversidad de los paisajes naturales de Japón y el estilo de vida antiguo y agrícola prepararon el escenario para el desarrollo del ikebana. Una influencia decisiva fue la introducción del budismo desde China en el siglo VI, y con él, la costumbre de ofrecer flores (kuge) a Buda y a las almas de los difuntos.
Las ofrendas tomaron la forma de sencillas composiciones geométricas de tres tallos, pero
para principios del siglo XVII éstas habían evolucionado hacia un estilo llamado rikka, literalmente “flores de pie”, creado por monjes budistas de la escuela Ikenobo. Esta elaborada
forma de arte se realizaba en floreros de bronce
altos, y para ello era necesario tener una habilidad técnica muy alta. La rama principal, que era el símbolo del cielo o la verdad, era habitualmente asimétrica, y se doblaba hacia la derecha o la izquierda antes de que su punta superior volviese al eje vertical central.
De la masa central, el centro de una esfera imaginaria, emergían numerosas ramas, cada una con su significado simbólico y su función decorativa propia. De manera global, un trabajo de rikka
era un microcosmos que representaba todo el universo a través de la imagen de un paisaje.
Las características principales –asimetría, simbolismo y profundidad espacial– sirvieron
para ejercer una fuerte influencia en desarrollos posteriores.
En marcado contraste con rikka, el austero chabana, literalmente “flores de té”, tuvo su
origen como parte de la ceremonia del té (chanoyu) en el siglo XVI. Compuesto por una
o dos flores o ramas colocadas en un pequeño recipiente, chabana se convirtió en la base de
un estilo espontáneo llamado nageire, que significaba “tirarlo dentro”, y en el que las
flores o las ramas se ponían en un florero alto y se empleaban medios técnicos sutiles para
producir una evocación sencilla y poética de la belleza natural. Rikka y nageire definen una
especie de contrapunto en la historia posterior del ikebana. Por una parte se ponía énfasis
en la técnica elaborada, el tamaño grande, el simbolismo y los estilos fijos. Por otra, había
espontaneidad, simplicidad, sugestividad y respeto por las características naturales de los
propios materiales. La tensión existente entre los dos estilos llevaría a todas las innovaciones
futuras del arte.
Durante el periodo Edo (1600–1868), Japón disfrutó de paz interna y crecimiento económico
estable. El Ikebana, otro terreno exclusivo de los monjes budistas y miembros de la corte y la
aristocracia, pasó a ser practicado por muchos samuráis, comerciantes adinerados y otros,
incluyendo las mujeres. Las ultimas a las que les fue permitida su paractica. Durante este periodo, el estilo rikka se hizo más estricto y formal, y entonces emergió y ganó cada vez más
popularidad un estilo más sencillo llamado seika o shoka (ambas palabras se escriben con
los mismos caracteres chinos), que significa literalmente “flores vivas”. El estilo seika, aunque seguía siendo más bien formal, empleó una composición de tres ramas basada en un triángulo asimétrico, o escaleno. Muchas otras escuelas promocionaron sus propias versiones, pero las tres ramas de la composición empezaron a ser conocidas como ten (cielo), chi (tierra) y jin (ser humano) respectivamente. Las variaciones de esta forma se han convertido en la base de la enseñanza del ikebana, hasta en las escuelas más modernas.
Otra novedad de este periodo fue la aparición de arreglos intelectuales (bunjin-bana), los cuales
reflejaron las sensibilidades de los eruditos y pintores chinos. Los arreglos bunjin-bana japoneses tuvieron una influencia muy fuerte sobre el estilo nageire derivado del chabana. Como el bunjin-bana fue practicado como una forma de expresión personal, los arreglos tenían un carácter poco convencional y despreocupado, algo muy diferente de la austeridad de las casas del té, o de la formalidad del rikka o seika. Además, los orígenes chinos añadieron una riqueza nueva de color y matiz literario.
La apertura de Japón a la influencia occidental desde comienzos de la era Meiji (1868–1912)
trajo grandes cambios a todos los aspectos de la vida nacional. En el ikebana, el estilo llamado
moribana, literalmente “flores apiladas”, creado por Ohara Unshin (1861–1916), fundador de la
escuela Ohara, revolucionó totalmente el arte.
Mientras que en todos los estilos tradicionales, los materiales eran reunidos para salir del
reciipiente por un solo punto la escuela ohara lo hace de dos. Las plantas deberán tener suficiente agua para permanecer frescas durante tanto tiempo como sea posible. Para mantener la frescura de las plantas se emplean varias técnicas, entre las que se incluye aplastar, cocer o quemar la base de los tallos, y aplicar varios productos químicos. Sin embargo, el método más común consiste en cortar la base de los tallos bajo el agua (mizugiri) y usarlos inmediatamente. Para restaurar la vitalidad de las flores y las hojas marchitas, éstas se cortan bajo el agua y los tallos se dejan sumergidos durante un mínimo de 30 minutos. La mayoría del ikebana contemporáneo es de
dos clases: moribana o nageire, las mas sencillas y "occcidentales".Mientras que el moribana se pone en un recipiente poco profundo con una base de agujas llamada kenzan, nageire
se compone de un florero alto que emplea una variedad de métodos para mantener los
materiales en su lugar.
Cuando se usa una kenzan, las ramas gruesas se cortan en diagonal, y el extremo cortado se
abre a lo largo para que pueda ser insertado fácilmente en la base de agujas. Las flores
y otros materiales de tallo blando es mejor cortarlas horizontalmente, insertarlas en las
agujas en posición vertical y luego inclinarlas hacia delante o hacia atrás con el ángulo
deseado. Con materiales como las hierbas, que son más delgadas que las agujas individuales
clases de apoyos para poner las plantas cortadas sobre una superficie extendida en recipientes
poco profundos llamados suiban, literalmente “cuencos de agua”. Esto permitió el uso de nuevos
materiales importados que antes no podían adaptarse a los estilos tradicionales. También
se pudieron crear estilos de paisajes, shakei, que representaban paisajes de la naturaleza
de una forma naturalista en lugar simbólica. Otro innovador importante fue Adachi Choka
(1887–1969), que adoptó el moribana, y describió su trabajo simplemente como decorativo.
Las innovaciones continuaron con la aparición de muchas otras escuelas modernas.
Teshigahara Sofu (1900–1979), fundador de la escuela Sogetsu, promocionó el ikebana como
arte moderno que debía alentar la expresión libre y creativa. En el periodo de posguerra, los
trabajos vanguardistas, o zen’eibana, extendieron enormemente la capacidad expresiva del ikebana, incorporando ideas surrealistas y de escultura abstracta, y ampliando la escala de trabajos y la gama de materiales empleados. Además, las escuelas tradicionales, como Ikenobo, al mismo tiempo que mantenían sus propios estilos clásicos y creaban versiones modernas de rikka y seika, añadieron conceptos más recientes a sus planes de trabajo, incluyendo moribana. El ikebana actual está dominado por tres grandes escuelas –Ikenobo, Ohara y Sogetsu– cada una
de las cuales afirma tener más de un millón de miembros, pero también hay miles de otras
escuelas grandes y pequeñas. Las principales escuelas han establecido sucursales y grupos
de estudio en todo el mundo, e Ikebana Internacional, una organización que aglutina
numerosas escuelas, fue fundada en 1956 y promociona el arte a escala global.
En Japón, mucha gente que no está afiliada a ninguna escuela específica practica Ikebana
como parte íntima de su vida privada. Los arreglos decoran las casas durante todo el año, y
hay materiales específicos asociados con fiestas y ocasiones especiales. El pino, que simboliza
la eternidad, es el material preferido para el Año Nuevo, y va acompañado tradicionalmente
Los arreglos florales de Sogetsu emplean libremente una amplia gama de materiales de distintas formas. Asi como obras a gran escala.
Para los arreglos en un florero alto, con una variedad de materiales se emplea el método de
colocación por dobladura (oridome). Los tallos se apoyan en la boca del recipiente, la parte doblada del tallo se coloca contra la superficie interior, y la base del tallo se puede extender hasta el fondo del florero. El método de autoapoyo (kiridome) se utiliza para flores con tallo. La base del tallo se corta en ángulo y se coloca directamente contra la superficie interior del florero. Con el método de pieza transversal (yoko-waridome), la base de la rama se divide horizontalmente y en ella se inserta un soporte en ángulo recto. La pieza transversal deberá colocarse firmemente contra la superficie interior del recipiente. Para usar un apoyo vertical (tate-waridome), la base del tallo se abre verticalmente y se asegura el apoyo dentro del extremo abierto. La base del tallo apoyado toca la superficie interior o el fondo del recipiente. En principio, cualquier cosa puede servir como un recipiente. Tradicionalmente se ha usado bronce y floreros de cerámica, objetos laqueados, secciones de bambú y hasta calabazas secas. Sin embargo, el recipiente no sólo sirve para poner los materiales, también se considera como parte integral del arreglo floral.
Cuando se usa un cuenco ancho y poco profundo (suiban), el empleo sutil de la superficie del agua su reflejo y la impresión de frescura que produce en verano– juega un papel importante en el éxito del arreglo. Los recipientes de acero inoxidable, cristal y varias sustancias sintéticas son comunes en el ikebana moderno, pero cuando se hace un arreglo floral en un florero de cristal
transparente deberá tenerse mucho cuidado con la parte del arreglo visible que queda dentro del
recipiente. Cualquiera que sea el tipo de recipiente que uno use, la base del arreglo deberá estar
bien ordenada y concentrada. Cuando se use un florero alto deberá evitarse que los materiales
ocupen toda la boca. Aunque llegar a dominar un arte requiere una práctica larga con un profesor calificado, hay cierto número de puntos básicos con los que están de acuerdo todos los profesores de las escuelas de ikebana. Primero, uno debe comprender que la forma en que aparecen las plantas en su estado natural es el punto de partida de cualquier arreglo floral. Una vez cortadas y alejadas de la naturaleza (o de los invernaderos), las plantas se convierten en materiales de una composición con su carácter propio único. Cuando se examinan los materiales debe tenerse en cuenta el conjunto y no los detalles cautivadores. Con las camelias, por ejemplo, es la rama completa, y especialmente las hojas, las que son más importantes, no las flores, que pueden ser retiradas de su posición natural y colocadas en un lugar donde puedan ser más efectivas para el diseño general. La dobladura puede dar a las ramas una curvatura agradable, pero también puede servir para enderezar ramas curvadas. La extracción de detalles superfluos es una habilidad esencial, y el recortar las ramas debería tener como finalidad realzar la belleza
de la línea. La extracción de algunas flores de ramas de cerezo, ciruelo o melocotonero sirve
no sólo para revelar la línea, sino también para resaltar la belleza de las flores que permanecen
en las ramas.
Todos los materiales naturales pueden usarse como línea, superficie, color o masa. Una hoja
grande, por ejemplo, tiene una superficie poderosa, pero también se puede mostrar
de perfil para servir como una línea. Todas las flores poseen una cara que se orienta en
un sentido específico. Al colocar la flor, uno debe considerar si va a mostrarla mirando
hacia delante, de perfil o dando la espalda al observador. Las flores se usan habitualmente
con sus hojas, pero las hojas de un lirio o narciso se separan a menudo del tallo, se colocan en grupos más agradables, y luego se reúnen con la flor para dar una apariencia que es a la vez natural y efectiva como elemento de la composición.